sábado, julio 01, 2006

EL ESTILO Y LOS NOMBRES por Javier Marías


Para traer a este sitio a Javier Marías no hacen falta demasiadas excusas, es uno de mis muchos fetiches. No obstante, esta semana he encontrado una inmejorable: su entrada en la Real Academia Española para ocupar el asiento R. Desde aquí la enhorabuena, y para celebrarlo un artículo que encontré hace algún tiempo en el libro Donde todo ha sucedido. Al salir del cine (Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores, 2005) en el que se recogen muchos de los artículos publicados durante su carrera que de una forma u otra tienen algo que ver con el cine. Y cómo no, hay un capítulo dedicado al fútbol. Éste es el primero. Los otros ya vendrán, y de nuevo sin excusas.

El fútbol es en tantas cosas semejante al cine que quizá por eso su mundo se ha llevado rara vez a la pantalla: parecería una redundancia. Siendo un deporte de equipo, es el más gneroso con sus jugadores, pues permite que se los recuerde individualmente, a pesar de los uniformes, con la misma nitidez con que uno es capaz de representarse los rostros, las figuras, los andares y nombres de los actores de cine, principales o secundarios. Cualquier buen aficionado cinematográfico ve a John Carradine o a Dan Duryea, a Jack Elam o a Strother Martín con tanta claridad como a Gary Cooper o a Henry Fonda, y cualquier aficionado al fútbol, aunque conserve en lugar preferente de su retina unos cuantos goles magistrales con la estampa de sus genios, también sabe visualizar al instante, al mero conjuro del nombre, las facciones, la carrera y la planta de cualquier oscuro defensa o sacrificado medio al que haya visto pisar un campo unas cuántas veces. El nombre trae la imagen como un fogonazo, o la imagen el nombre, algunos de estos tan azarosamente admirables que cualquier novelista habría pagado por inventarlos para sus persoajes: Grifa, Gensana, Marcaida, Kopa, Lesmes, Xirau, Molowny, Bettega, Glaría, Vierchowod, Rial o Strachan. Hay jugadores literariamente obligados a resumirse en un apellido de cuatro o más sílabas para estar a la altura de su leyenda, como si lo hubieran elegido a la manera de las antiguas estrellas de cine, luchando contra el olvido: no hay más resonancia en Olivia de Havilland o en Ivonne de Carlo o en Montgomery Clift que en Beckenbauer, Maradona, Butragueño, Batistuta, Achúcarro, Antognoni, Zubizarreta o Di Stéfano. A aquel maravilloso argentino, Babington, le falta una sílaba, pero la compensa lo esdrújulo de su nombre.

Pero no es sólo eso, sino también una cuestión de estilo: los hombres de los equipos cambian cada poco años, como cambian los actores cuando se hacen viejos. Y sin embargo parece que en cada club hubiera una mano invisible de un director que hiciera siempre reconocible a cada formación distinta, como resultan inconfundibles las películas de Ford o Lubitsch o Hitchcock. Y así como éstos utilizaban interpretes diferentes pero que les eran afines (nunca John Wayne, por ejemplo, en obra de Billy Wilder), habrá jugadores que parecerán nacidos para un equipo o que nunca tendrían cabida en otro. Así, el Atlético de Madrid, cuyo estilo presagió y recuerda al de Sergio Leone (mucho tiroteo, pero al final todo se hunde estrepitosamente), está especializado en el jugador-macarra: Futre había de ser suyo, y podían haber contratado a Keegan; no es raro que el fallecido Juanito procediera de sus filas, y Gárate, un noble, fue la excepción a la la regla. El Barcelona, influido por las angustias vitales de Antonioni y Bergman hasta haber optado últimamente por la euforia mortal de Rambo, tuvo elencos dubitativos y en permanente crisis, como el suicida Kocsis, Marcial, Rexach y Martí Filosía. En cuanto al Real Madrid, recuerda a Hitchcock, cuya películas se ven con el alma en un hilo pero suelen terminar bien: al Madrid, en Europa, le ha gustado a menudo tres goles en contra, para remontarlos; y en la Liga atraía mucho ese rumor de inquietud que antaño provocaba el Athletic de Bilbao cuando se adelantaba en el marcador. Y no se olvide que, también como Hitchcock, ha tenido preferencia siempre por las heroínas rubias; Di Stéfano, Kopa, Netzer, Velásquez, Pardeza, Prosinecki y sobre todo Butragueño siguen siendo lo más parecido que se ha visto nunca en un campo de fútbol a Grace Kelly amenazada, pero con tijeras.

Javier Marías, escritor y académico.

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