martes, junio 28, 2005

GORDILLO, EL VENDAVAL DEL POLÍGONO

Hay varias leyendas sobre el ilustre equilibrista sevillano Rafael Gordillo, y según se dice en los mentideros del barrio de Santa Cruz todas son verídicas. La primera de ellas explicaría su desvencijada elasticidad; esa especie de caos vertebral con que maniobraba por la zona izquierda de la cancha: pide la pelota, relaja los hombros en un inconfundible gesto de gato montés, y comienza a trepar por el aire. A partir de entonces se operaba una sorprendente transformación en su cuerpo. Aflojaba la nuca, forzaba ángulos y coyunturas y comienza a desarmarse taba a taba como si estuviera poseído por el esqueleto colgante de un gabinete de anatomía.

La facilidad conque plegaba y desplegaba la figura hizo pensar que tenía huesos de contorsionista. Así como una antigua leyenda taurina decía que los toros de Miura echan en el espinazo una pieza suplementaria que les permitiría girar el cuello unos grados más hasta alcanzar la femoral del torero, otra explica que, por un antiguo problema de nutrición, Rafa se quedó a medio calcificar y, armado de cartílagos por todas partes, se convirtió en un tiburón de agua dulce con la complicidad del Guadalquivir. Los hechos y las formas avalan esta hipótesis: en plena carrera parecía que el fémur se le doblaba por la mitad y engarzaba misteriosamente con una triple tibia de goma y un tobillo flácido. Sería este complicado juego mecánico lo que le permitiría llegar hasta la línea de fondo, accionar su pierna extensible, y rebañar el balón en los banderines como si fuese una tapa de menudillo.

Lejos de los actuales deportistas macrobióticos, este chico del Polígono San Pablo ha viajado tranquilamente por la cerveza y el humo. En realidad era idéntico a Puskas, Kubala, Garrincha y a todos aquellos seres superdotados que jugaron por cuenta propia y que el fútbol nunca logró reemplazar. Mientras los demás alcanzaban la meta sólo porque se habían llenado el depósito durante la semana, él se limita a perseguir la extenuación como si fuera un horizonte: llegaba arriba totalmente agotado, pero en un último esfuerzo volvía la cabeza y empleaba el resto de su alma en pedir la pelota y disparar a gol. Su problema es que en ningún momento aprendió a decir basta. Por eso a él nunca le sustituyeron: simplemente era evacuado por el entrenador.

Deportista preindustrial que, gracias a su corazón de oro y a sus coronarías de acero, logró prosperar en el imperio de la proteína. Desde la altura de sus noventa kilos, lo dijo el mejor Ruud Gullit cuando le preguntaron quién querría haber sido: "Yo quiero ser Gordillo", confesó. Briegel, Van Basten, Maldini y otros atletas evidentes habrían dicho lo mismo. ¿No quedábamos en que las bandas eran un dominio de los atletas diseñados por ordenador? ¿Qué pintaba en el fútbol ese muchacho de hueso que corre como si hubiera escapado de un campo de concentración? Gullit conocía la respuesta: el Gordo era nuestra última oportunidad de demostrar que el fútbol no lo inventó Arquímedes, sino Píndaro.

Dicho lo cual, sólo queda reconocer que es un privilegio haberlo visto desguazarse por las canchas, como un pequeño dinosaurio empeñado en escapar a su última glaciación.

sábado, junio 25, 2005

DEL PIERO Y EL MÁS ALLÁ

"¿Fútbol es fútbol?" No. El macarrónico aforismo sólo es cierto en el momento, en el juego, cuando el balón rueda e intervienen todos los azares: el centímetro que separa el poste del gol, o el parpadeo en que el árbitro acierta o se equivoca, el rasgo de talento que distingue al jugador del genio. Pero el fútbol es también percepción y memoria colectiva. Y en ese terreno ajeno a las leyes de la física las cosas son más complicadas.

Garrincha era cojo, ignorante e inestable; Maradona era cocainómano; Best era juerguista y alcohólico: hablamos de tres dioses imperfectos que fueron incomparables en el terreno de juego y, sin embargo, flaqueaban en la vida. Cruyff sólo jugó de verdad durante seis o siete años y se dosificó de forma casi mezquina; Beckenbauer se refugió en la comodidad del mando y la defensa; Pelé acumuló un prestigio eterno mientras jugaba en un equipo discreto, el Santos, y se rodeaba en la selección de jugadores casi tan grandes como él; el gran Di Stéfano lo fue todo en un Real Madrid inmenso, pero nunca se enfrentó de verdad a la prueba de un Mundial: hablamos de jugadores extraordinarios que, además, entendieron que más allá del sudor y el arte había negocio, política.

Alessandro del Piero no es Cruyff, ni Beckenbauer, ni Pelé, ni Di Stéfano. No lo es ni cuando sueña. Pero el calcio le ha elevado, aún en vida futbolística, a los altares. El contrato que firmó con el Juventus, el club de sus amores, hizo de él, además de multimillonario (ya lo era) y paradójico símbolo de sensatez (acepta percibir algo menos en los años sin títulos ni gloria), capitán de por vida y futuro directivo de la sociedad turinesa, con la presidencia como destino probable. De forma menos literal, el contrato convierte a Del Piero en emblema del club más importante de Italia. Cabría decir que, de forma indirecta, el contrato avisa también a árbitros, defensas contrarios y seleccionadores de que están tratando con mucho más que un futbolista.

¿Qué tiene Del Piero? Es un chico guapo, educado y simpático, de familia sin apuros (el padre le construyó un pequeño campo con iluminación artificial para que jugara con los amiguitos), con hermano igualmente guapo, educado y simpático (y experto en leyes) que se ocupa de las cuestiones contractuales, y con dos agentes italo-japoneses que se ocupan de los derechos de imagen y de la promoción en el creciente mercado asiático. Ale es un gran promotor de Italia en el extranjero, capaz de desenvolverse en cualquier circunstancia.

A Del Piero le basta con seguir jugando correctamente y culminar alguna acción más o menos brillante. Porque tiene el talento extrafutbolístico de que gozaban Pelé, Cruyff y Beckenbauer, pero no Maradona, Garrincha o Best. Del Piero será, seguramente, un gran directivo. Pero el hígado de Best o la polio de Garrincha sabían mucho más de fútbol.

jueves, junio 23, 2005

GEORGE BEST, EL JUGADOR BEAT

Fue bonito mientras duró. George Best fue un grandísimo jugador, fugaz pero grande, muy grande. El mejor que se ha visto en las islas británicas. En la santísima trinidad que armaba con el escocés Law y el inglés Charlton, Best era, simplemente, the best (el mejor). Law era un goleador innato y Charlton era el aristócrata del medio campo. Pero Best lo tenía todo.

A los 17 años empezó jugando de extremo izquierdo en el Manchester. Hacía, mejor que nadie, todo lo que un extremo debe hacer, pero también marcaba más goles que nadie en su equipo y más que nadie en la liga inglesa. Y los marcaba con la cabeza, con disparos de larga distancia, con vaselinas, después de regatearse la mitad del equipo rival. Y al portero, como cuando marcó el segundo gol en la final de la Copa de Europa de 1968 (Manchester, 4; Benfica, 1).

Fue dos años antes, también contra el Benfica, en Lisboa, cuando Best se consagró como un dios del fútbol. Nunca había perdido en casa el equipo de Eusebio en competición europea. Esta vez perdió 5-1 y Best, con 19 años, marcó dos goles. Los aficionados del Benfica, rendidos ante su talento, le bautizaron el Beatle, por su melena, y cuando acabó el encuentro uno de ellos saltó al campo con un cuchillo, no para matarlo, sino para pedirle un rizo del pelo.

El problema fue que se creyó lo de Beatle. Best fue el prototipo de un fenómeno común hoy en día: el futbolista que se convierte en celebrity. Creaba noticias no sólo con lo que hacía en el campo sino, más y más al pasar el tiempo, con lo que hacía fuera de él. Perseguido por los fotográfos, se pasaba las noches en Tramps, la discoteca de la jet-set londinense, donde solía aparecer Mick Jagger. Y, como a Mick, sus aventuras sexuales lo convirtieron en leyenda. "Dicen que me he acostado con siete Miss Mundos", comentó Best una vez. "Mentira, sólo fueron cuatro. A las otras tres no les hice el favor".

Fue como consecuencia de una escapadita a Marbella en 1972 con la entonces Miss Mundo cuando se creó la ruptura final entre Best y Busby. Tal fue el impacto de la noticia de su retiro que el asunto Best se debatió en el Parlamento británico. Pero no había dios que pudiera haber detenido su descenso a la autodestrucción futbolística.

Muchos años después, en 1980, emprendió un tratamiento contra el alcoholismo, mientras jugaba en California para los San Jose Earthquakes. Cuatro años más tarde lo encarcelaron en Inglaterra por conducir bajo la influencia del alcohol.Pese a todo, Best no ha acabado siendo un personaje patético, como Maradona o Gascoigne. Seguramente porque siempre ha sido una persona inteligente, que se expresa con agudeza e ironía, y con el don encantador de poder reírse de sí mismo.

jueves, junio 16, 2005

DE MARADONA A LOS PLANETAS A RITMO DE GOL por Juan Manuel Lamet

Música y fútbol; fútbol y música. Ambos han ido de la mano durante las últimas décadas en una relación de dependencia parcial que los mantendrá unidos para siempre. El fútbol ha inspirado a artistas a la hora de componer grandes canciones, y los cánticos de la afición sirven siempre de jugador número 12. Y es que sin música el fútbol perdería intensidad. Qué sería de Brasil sin la incansable y ruidosa torcida, o de la Champions League, por ejemplo, sin el We are the champions de Queen como colofón. Sobre todo, no sería lo mismo el fútbol sin el rock, ya que ambos movilizan a las mismas masas y las marcan de por vida.

En julio de 1998 numerosos franceses celebraban el triunfo de su selección en el Mundial que ellos mismos organizaban. Entre los muchos cánticos que acompañaban los festejos se podía escuchar ‘Sit Down’ de los británicos James, puesto que los franceses lo hicieron suyo cambiando el estribillo original (oh sit down) por Oh Zidane, tratando de glorificar así a Zizou, auténtico protagonista de la victoria en la final de los bleus.

Oportunismos aparte, son bastantes más los temas que guardan algún tipo de relación “real” con el fútbol. Dejando a un lado a Julio Iglesias, portero casi accidental del Real Madrid B, podría hablarse de Cruyff como uno de los primeros futbolistas metidos a cantante. Aunque sin duda Maradona no le fue a la zaga cuando en su etapa de mayor apogeo grabó junto a Pimpinela el tema ‘Querida Amiga’. Diego Armando Maradona ha sido una de las figuras más representativas no sólo del fútbol, sino también de nuestra sociedad, lo que le ha valido para ser “inspirador” de temas como ‘Santa Maradona’ de Mano Negra o ‘Maradona’ de Andrés Calamaro. George Best, a quien The Wedding Present dedicaron un álbum completo en 1987 fue el primer futbolista rockero, “el que hizo comulgar el fútbol con el rock”, según Santiago Segurola.

No sólo futbolistas foráneos son nombrados en algunos himnos pop; Gaizka Mendieta tuvo el honor de marcar un gol realmente increíble en ‘Un Buen Día’ de Los Planetas. Y ésta no fue la única vez que los granadinos se inspiraron en el deporte rey para componer; J y compañía también tomaron referencias de él en ‘La Copa de Europa’ o ‘El Artista Madridista’, al igual que lo hicieron otros andaluces como Sr. Chinarro (‘La Pena Máxima’) o Deneuve (‘St. Denis 3.0’). En Inglaterra la relación entre balompié y música aumenta considerablemente. New Order decidieron apoyar a su selección (anfitriona) con el himno de la Eurocopa ‘96. The Lightning Seeds se apuntaron a la vena patriótica en 1998 con ‘Three Lions’, tomando como título los tres leones del escudo inglés. Sin duda, los más originales fueron The Smiths, yendo más allá de lo meramente deportivo con su ‘Sweet And Tender Hooligan’.

Sin embargo, no todo son parabienes con el deporte rey, y mientras Los Sencillos se quejan de él en ‘Siempre Hablando de Fútbol’, Belle & Sebastian se negaban a jugarlo en ‘I Don’t Want To Play Football’. Speedtwins fueron bastante más explícitos: ‘I Hate Football’.

En fin, que no sólo los porteros cantan. Ni todo el mundo sueña con ser futbolista ni todos quieren ser estrellas de rock. Un niño con un balón y otro con una guitarra ¿por qué no iban a jugar juntos?

miércoles, junio 15, 2005

EL REGRESO DEL HÉROE ROMÁNTICO

En el fútbol italiano no encajan los héroes románticos. Uno de ellos, sin embargo, sobrevive a todas las tormentas: Zdenek Zeman. El entrenador que rompió la ley del silencio, denunció el dopaje y los abusos de poder en el calcio y sufrió, pese a tener razón, años y años de marginación y oscuridad ha vuelto por fin, al frente del Lecce, a la Serie A. Y ha vuelto fiel a sí mismo: jugando al ataque y diciendo las cosas claras. "En este tiempo, me temo, pocas cosas han cambiado".

Los amantes del fútbol ofensivo han prestado atención esta temporada al modesto Lecce. El equipo rojigualdo representa a una pequeña ciudad del sur profundo, en el tacón de la bota italiana, y su máximo orgullo, hasta ahora, consistía en haber resistido tres cursos consecutivos en la división de honor. Pero el actual Lecce vive un torbellino de euforia.

Quizá Zeman dirigiría hoy a uno de los grandes clubes del calcio si no hubiera pronunciado el 26 de julio de 1998, cuando preparaba al Roma, aquellas palabras fatídicas: "Me gustaría que el fútbol se librara de las farmacias y de los despachos financieros". En los días siguientes, la prensa le persiguió para que explicara a qué se refería cuando hablaba de farmacias y Zeman reveló que recibía regularmente, como otros entrenadores, prospectos de medicamentos destinados a elevar el rendimiento de los futbolistas. Comentó también que le extrañaba la agresividad de la Juve y el rápido y aparatoso desarrollo muscular de estrellas como Vialli y Del Piero.

Luciano Moggi, el gran padrino del calcio, director general del Juventus, se querelló contra Zeman, al que le surgieron enemigos por todas partes. Pero la fiscalía de Turín abrió una investigación. En poco tiempo, el médico juventino, Riccardo Agricola, y el administrador del club, Antonio Giraudo, fueron procesados por fraude deportivo y violación de las leyes de seguridad en el trabajo. Según los fiscales, la gran Juve de Del Piero y los franceses Zidane, Deschamps y Henry funcionaba a base de antidepresivos que inyectados en hombres sanos aumentaban la agresividad, de transfusiones de sangre y de corticoides. El juicio aún está en curso.

Nadie ataca a la Juve, ni a Moggi, y queda impune. Desde aquel momento, el Roma empezó a sufrir arbitrajes infames. Y en 1999 Francesco Sensi, su propietario, despidió a Zeman pese a que el conjunto había quedado en el quinto puesto y jugado bien: consideraba que sin Zeman se terminarían los problemas arbitrales.

Fue, para Zeman, el inicio de un descenso al abismo. Duró tres meses en el Fenerbahçe, turco. En junio de 2000 le fichó un Nápoles agonizante, cercano a la quiebra y con una plantilla apática. Tras una temporada mediocre, Zeman abandonó el Nápoles y, según sus propias palabras, retomó su "vocación de enseñar fútbol a la gente joven" en la Salernitana, una sociedad minúscula que quedó a un paso del ascenso a la Serie A. En 2003 pasó al Avellino, otro pequeño club del sur. El pasado verano, por fin, le llamó el Lecce y le recuperó para la máxima categoría.
Zeman nació en Praga en 1947, pero se siente italiano del sur. En 1968 visitó a su tío Cestmir, ex técnico de la Juve y residente en Palermo; mientras estaba fuera, la Unión Soviética invadió la antigua Checoslovaquia y el joven Zeman decidió quedarse en Italia y estudiar educación física. Se doctoró con una tesis sobre medicina y deporte y luego se graduó en la escuela de entrenadores. Con el tiempo, su hosquedad, su sonrisa irónica y su cigarrillo -"¿dejar el tabaco?", dice, "imposible: sólo pensarlo me pone nervioso y me hace fumar más"- se convirtieron en símbolos de un fútbol ofensivo, basado en los extremos, que chocaba con la mezquindad dominante en el calcio. Luego, vino el choque con la Juve y los poderes fácticos. Zeman no está seguro de que su regreso dure mucho: "Yo no he cambiado. Y el fútbol italiano, tampoco. Ya veremos".

domingo, junio 12, 2005

28 AÑOS DESPUÉS...SI LA FELICIDAD EXISTE, SE LLAMA REAL BETIS BALOMPIÉ

Arriba, arriba arriba
arriba Betis Campeón
somos Campeón de España
somos Campeón de España
en el Vicente Calderón.

El 11 de junio de 2005 el Real Betis Balompié conquistó su segunda Copa del Rey.

jueves, junio 09, 2005

EL TANGO DE RIQUELME por Julio César Iglesias

El Villarreal se ha consolidado como animador de la Liga, y Juan Román Riquelme, como animador del Villarreal. Han sido, respectivamente la maquinaria más engrasada del campeonato y la pieza más engrasada de la maquinaria.

Buscar las razones profundas que hacen de los chicos de Pellegrini un equipo especial es tiempo perdido: el secreto del equipo es que el equipo no tiene secretos. De entrada, sus jugadores llevan la marca del tahúr; conocen, practican y comparten todos los trucos del repertorio clásico. Así, Reina ha incorporado ya los resortes que hacen de una portería una caja fuerte; su combinación reúne las proporciones justas de elasticidad y oficio. Guayre aporta el efecto Valerón; el magnetismo guanche que convierte el balón en una peonza. Forlán es el nudo que le faltaba a la trama; llegó a España dispuesto a disfrutar de una segunda juventud y recibió la compensación de un uniforme a su medida. Gracias al ajuste que sólo concede la madurez, ha encajado en el equipo con el chasquido casi imperceptible de un reloj de bolsillo.

Pero el centro de simetría se llama Riquelme. Con él, los valores del fútbol crecen y se propagan como una radiación: conectan las líneas, abren los circuitos y multiplican indefinidamente los efectos de la maniobra. A su alrededor, las figuras del equipo se organizan en un dibujo geométrico como colores en el tubo de un caleidoscopio; cada giro y cada toque los conducen misteriosamente al lugar preciso.

Aún se recuerda su aparición en La Bombonera: los seguidores locales, que seguían llorando la ausencia de Maradona, creyeron reconocerle en aquel pibe sin tensión arterial que tenía la mirada fija de un muñeco de cera. Luego saludamos su llegada a Barcelona y, qué macana, fuimos testigos de su secuestro a manos de Van Gaal. El hombre de cemento tiró de libreta, hizo cuatro rayas y ordenó al muchacho que se encadenase al carril izquierdo. No sabía que con semejante decisión estaba enjaulando su propia fiera.

Hoy, libre como el viento, este Román de fútbol perfumado nos ha permitido rescatar el Riquelme de fina estampa.

Por fin ha vuelto nuestro gato de humo.

UN GIGANTE DEL FÚTBOL por Santiago Segurola

Se despide Hierro en un viejo club inglés, en el corazón de las Islas, donde el fútbol comenzó a convertirse en el fenómeno social que es hoy en día. En el Bolton Wanderers ha conocido una vertiente del fútbol muy diferente a la que se asocia con el Real Madrid, en el que Hierro se consagró como un defensa excepcional. Apuró su último aliento como jugador para empaparse de la mística de la Liga inglesa, cuyo magnetismo está relacionado todavía con el mito del regreso a las fuentes del fútbol, a un modo peculiar de vivir la profesión, algo parecido al sentimiento de la pureza original del juego frente a las excesivas demandas que prevalecen en los grandes equipos del continente.

Son muchos los futbolistasque sueñan con colgar las botas en Inglaterra. Es el viaje que los jugadores se deben intimamente a sí mismos por el simple hecho de amar el fútbol. Piensan en un estilo todavía rudimentario en muchos equipos, en el ambiente apasionado que se vive en los estadios, en los ritos que presiden los partidos, en los peculiares vínculos que se establecen entre los clubes y sus aficionados, en la energía que se despliega. Piensan, en definitiva, que merece la pena sentir todo aquello que soñaban de chicos. Allí se ha enfundado Hierro su última camiseta, blanca como la del Madrid, con una historia mucho menos grandiosa, pero un largo y honorable pasado. Un buen lugar para retirarse.

Se le ha visto esta temporada con las limitaciones físicas propias de un hombre de 37 años. El precio de la edad no ha ocultado todo aquello que distinguió a Hierro en sus mejores días. Se le veía sufrir cuando perseguía a los rivales o quería girarse frente a jugadores 15 años más jóvenes que él. Sin embargo, había algo admirable en la voluntad de imponerse a sus carencias físicas. Hasta el último partido demostró su impresionante coraje competitivo. No ha habido nada de patético en su último viaje inglés. Todo lo contrario. El club quería renovarle el contrato y sus compañeros le han rogado que permaneciese una temporada más. Pero no. Hierro ha completado su último viaje en el fútbol.

En versión reducida si se quiere, ha mostrado todos los recursos que le hicieron uno de los mejores futbolistas del mundo: su impecable toque, la precisión de sus pases, su poderío como cabeceador en el juego de ataque y en el defensivo, la inteligencia para maquillar su lentitud con la colocación adecuada, su temible pegada de media distancia.

Al fondo, cada partido en el Bolton traía el recuerdo de un futbolista casi inigualable que vivió consumido por lo que verdaderamente deseaba y apenas nunca consiguió: jugar en el medio campo y explotar su capacidad goleadora, certificada especialmente durante el periodo de Antic como entrenador del Madrid. Así se sentía Hierro, pero en la memoria quedará como otra cosa, como un gigante de la defensa, el mejor que ha producido el fútbol español. Ha sido un central con alma de delantero. Ansiaba el gol, pero terminó por aplicar toda su sabiduría al arte de la defensa. En el Madrid se erigió en la clase de futbolista que marca una época. Un jugador irreemplazable. Nadie mejor que el sufriente Madrid de las dos últimas temporadas puede dar fe de ello.

viernes, junio 03, 2005

EL MAGO

No calza. No hay glamour ni fama. No convierte la franja de césped en una pasarela de alta costura ni posee, como Carlo Ancelotti, su propia página web. Habla poco, menos en los pasillos de Anfield, cuando el inglés es un karma para cualquier español criado bajo la estrictez del castellano franquista. No luce ni pretende hacerlo. Fue ayudante de Vicente del Bosque en el Real Madrid, lo que en otras palabras equivale a estar en presencia de un redundante bajo perfil.
Si hasta es probable que incluso ahora, días después de la hazaña de Estambul, no sean pocos los que en el planeta fútbol sigan preguntándose de dónde brotó Rafa Benítez. No es raro que ocurra. Si ya hace un par de años su fichaje sorprendió a los hinchas del Valencia -que venía de jugar una final de la Champions-, su aterrizaje en el Liverpool llenó de interrogantes al balompié inglés, que poco le importa enterarse de lo que, desde fuera de la isla, no viene marketeramente procesado. Encima lo reclutaban por cinco años.

Pero así como en diez meses pasó de ascender a primera al Tenerife a sacar campeón al Valencia, repetir el título al año siguiente y luego ganar la Copa UEFA, apenas en su primer año a cargo del Liverpool, Rafa Benítez pasó de completo desconocido a ser llevado en andas por la fanaticada de los “reds”. Hoy le rinden culto casi religioso. Hoy lo llaman “el Mago”, un maestro de la táctica.

Sin altivez ni ruido, Benítez construyó a pulso su propio sitial mientras toda Inglaterra observaba el choque de egos protagonizado por Ferguson, Wenger y Mourinho al mando del Manchester, Arsenal y el Chelsea, respectivamente. Pero Benítez estaba en otra. Sin los millones de otros, sin las figuras de otros.

La historia del hombre que a los 45 años subió al olimpo transitó por años en caminos secundarios, pero provechosos en la acumulación de conocimientos. Antes de ascender al Tenerife a la Primera División de España (2001) dirigió sin demasiada suerte al Osasuna, al Valladolid y al Extremadura, también en Segunda División. Luego viajó y dedicó tiempo y dinero al estudio de tácticas y estrategias del balompié italiano e inglés, curtiendo paso a paso una ruta que un día de mayo de 2005 le entregaría su mejor cosecha.

Benítez entró en la historia del Liverpool y de la liga de clubes campeones más importante del mundo. Es el cuarto español que alcanza la Champions, el primero que lo consigue con un equipo ajeno a su tierra. Es también uno de los tres técnicos que posee en su particular vitrina la Copa de la UEFA y la Copa de Europa, el único en conseguirlo consecutivamente y con equipos distintos.

El hombre que no tenía leyenda dejó de ser él mismo para formar parte de la mitología del Liverpool. “¿Es este el día más feliz de su vida...?”, le preguntaron apenas consumada la proeza ante el AC Milan. “Bueno, tengo una mujer, dos hijos... No está mal, ¿no?”.