sábado, noviembre 19, 2005

IRREMEDIABLEMENTE INGENUOS por Javier Marías

El autor rememora los clásicos duelos de pluma, ingenio y sentimiento con el que fuera su rival azulgrana, Manuel Vázquez Montalbán, aquellos que tanto hicieron disfrutar desde las páginas de El País cada vez que se producía un Madrid-Barça o un Barça-Real Madrid

Desde que murió Vázquez Montalbán, con quien solía compartir esta página los días de Madrid-Barça o Barça-Madrid, EL PAÍS no había vuelto a solicitarme unas líneas para celebrar el acontecimiento. Pensé que se me había decidido jubilar de la tarea por respeto a mi "pareja rival de hecho" de tantos años, y no me parecía mal esa medida. Ahora veo que probablemente ha sido un periodo de luto, eso que hoy tan poco se observa. Él no llegó a ver al Barcelona campeón de la última temporada, ni al descubrimiento madridista Eto'o vestido de azulgrana, ni disfrutó apenas de la inteligencia y el sosiego de Rijkaard, que han hecho de su equipo una maquinaria imperturbable, no sólo en el ganar sino asimismo en el perder, lo cual tiene incalculable mérito en un club más bien dado a la exasperación y a la histeria. Lo siento mucho por él, porque habría estado contento de ver lo que sus cambiantes pero eternos ídolos (los jugadores son simplemente eso, "nuestros jugadores", sin edad y en cualquier época) son capaces de hilvanar sobre la hierba.

En las dos temporadas transcurridas desde su muerte en Bangkok, yo me he puesto de luto por el Real Madrid, y no ha sido para menos. Ese tiempo llevamos sin ganar nada. Se echó de mala manera a Del Bosque, se fue Valdano, salió Hierro por la puerta trasera, vino un tal Queiroz del que nadie se acuerda, vino Camacho (un fichaje descabellado, abocado al fracaso), deambuló el honrado García Remón por el banquillo, apareció un brasileño con nombre de Gran Ducado que cree hablar español y al que sin embargo se entiende tan mal como a Saramago, y cuando nos explica el fútbol aún peor, yo creo; se trajo y se despidió a Owen sin que se sepa por qué, en ningún caso; se contrató a un extraño mecano que arrastra el pie, llamado Gravesen. El más imaginativo jugador del equipo, Guti, continúa sin ser titular fijo y estuvo a punto de ser arrojado al Atlético de Madrid, santo cielo. A Beckham se le tuvo dos años correteando sin ton ni son por el campo, en vez de dejarle centrar desde su banda, casi lo único que sabe hacer (pero de maravilla). Como suele ocurrir entre el Madrid y el Barça, la exasperación y la histeria se las ha trasladado el segundo al primero, y el primero le ha contagiado el aplomo al segundo.

Ambos clubes, mientras tanto, se han hecho más antipáticos. El Madrid se asemeja demasiado a una empresa a la que importan enormemente los beneficios y escasamente lo que ocurre en el césped y en las gradas. A los últimos canteranos de altura (Raúl, Guti, Casillas) se les nota decepcionados por la falta de herederos, y sin gente de la casa el Madrid emociona menos, porque la Liga Paulista puede divertir al público si no hay nada más apasionante que echarse a los ojos, pero ver a Ronaldo, Robinho, Roberto Carlos y Baptista contra Ronaldinho, Deco, Belletti y Silvinho, la verdad, no enciende. En cuanto al Barça, se ha convertido ya del todo en el equipo oficial de la Generalitat, y todo equipo de los gobernantes es, por así decirlo, un equipo sin alma, usurpado.

Así que sólo resta hacer abstracción de cuanto rodea hoy al fútbol y quedarse sólo con los jugadores, y, en lo que respecta a éstos, olvidarse de sus nombres y procedencias y fijarse sólo en que llevan puesto nuestro uniforme de siempre (bueno, eso el Barça sólo a medias, con ese absurdo pantalón rojo de este año, que no sé cómo su afición permite). Algo es algo, y ese algo es lo principal, misteriosamente. Porque estoy convencido de que cuando esta noche empiece el partido, los sentimientos será los mismos que cuando a un lado estaba Di Stéfano y al otro Kubala, a uno Netzer, o Butragueño y Míchel, y a otro Cruyff, o Marcial y Rexach; pese a todo. Tal como vinieron jugando ambos equipos, me daré con un canto en los dientes si el resultado es menos humillante que un 0-3 rotundo. Eso lo pienso ahora, en frío. Pero sé que en cuanto el balón eche a rodar, mis estúpidas esperanzas me harán clamar por un 3-0. Vázquez Montalbán lo sabía: el verde de la hierba, y sobre él el blanco y el azulgrana, borran todo escarmiento y nos llevan a ser siempre irremediablemente ingenuos.

Javier Marías, escritor

3 comentarios:

LaTorpeda dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
LaTorpeda dijo...

Sé de buena tinta que un fiel madridista hoy ha dicho: "Me niego a ver un mal encuentro político, o de empresas,o mediatico, de todo menos buen futbol. No me perderé el derbi sevillano, al menos me queda eso."
La cosa debe ser seria ya que un Madrid-Barça era sagrado para él.

Anónimo dijo...

"...un brasileño con nombre de Gran Ducado que cree hablar español y al que sin embargo se entiende tan mal como a Saramago, y cuando nos explica el fútbol aún peor,..."

Es imposible ajustar más y mejor la definición de Luxemburgo, genial Marías.