martes, julio 05, 2005

EL ARQUITECTO PIRLO

No habla, no se ríe y no entiende los chistes, pero toda la alegría del Milan sale de sus pies. Andrea Pirlo (Brescia, 1979) se ha convertido en la única pieza insustituible en el esquema de Carlo Ancelotti. Durante esta temporada, se ha comprobado que el equipo no funciona cuando él no funciona.

La pirlodependencia milanista es tan profunda que a veces incomoda. El vicepresidente ejecutivo, Adriano Galliani, reconocía durante la temporada que la baja de Pirlo, por una lesión en una rodilla en la semifinal contra el Inter, suponía un problema excesivo. "Hemos buscado un sustituto en el mercado para estas ocasiones", comentó, "y no lo hemos encontrado. Es un jugador irreemplazable. No digo que sea nuestro mejor futbolista. Sólo, que no somos capaces de sustituirle. Y quizá Carlo [Ancelotti] debería empezar a buscar una nueva fórmula de juego para cuando Pirlo no esté".

Sin embargo, Ancelotti se siente muy orgulloso de haber encontrado un hueco para el hombre más raro del fútbol italiano, un prodigio a los 10 años -por entonces, tampoco se reía-, una promesa sensacional a los 16, cuando debutó en Primera con el Brescia, y un aparente fracaso a los 22. Era un mediapunta obsesivo; un tipo que, si no convertía cada pase en una ocasión de gol, se sentía frustrado, lo que le llevaba a perder balones y a eclipsarse durante largos periodos. El Inter le fichó y no supo qué hacer con él: se lo cedió al Reggina y al Brescia y acabó traspasándole al Milan.

Roberto Baggio es lo más parecido a Pirlo, una técnica prodigiosa en un cuerpo liviano, y su presencia en el Brescia sugirió al entrenador Mazzone un experimento: dejar a Baggio en su puesto natural de mediapunta y retrasar a Pirlo a la posición de mediocentro. Al principio, no funcionó. Incluso suscitó el sarcasmo del entonces saleccionador nacional, Giovanni Trapattoni: "Es como meter a Zico justamente delante de la defensa". Pero Ancelotti, en el Milan, tenía recursos para repetir el invento de Mazzone con mayor fortuna. Envió a Pirlo al mejor gimnasio del mundo, el de Milanello, y, aunque no consiguió un prodigio muscular -sigue sin llegar a los 70 kilos-, obtuvo un mediocentro capaz de robar balones y aguantar tarascadas.

Lo otro estaba garantizado porque hay muy pocos jugadores capaces de ordenar el juego como lo hace Pirlo. "Es fantástico. Sabe jugar el balón y, además, ayuda a sus compañeros". La frase es de Johan Cruyff, poco dado a los elogios, especialmente cuando se habla de italianos. Marcello Lippi, el actual seleccionador italiano, considera que Pirlo es la clave del Milan: "Es el jefe natural, un líder que habla con los pies", afirma.

La clarividencia de Pirlo y su capacidad para mantener la posesión del balón permiten que funcione un equipo desequilibrado que suele disponer un lateral-carrilero por la derecha, Cafú, y un lateral pegado a su área en la izquierda, Maldini, y carece de efectividad si Kaká no encuentra espacios. Todo acaba apoyándose en el pequeño arquitecto. Si él falta o renquea, aflora el Milan vulgar de Eindhoven y de muchos partidos de la segunda vuelta de la Liga italiana: Shevchenko, aislado; Kaká, inmóvil, y una capacidad de despliegue limitada a las subidas de Cafú.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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